Una anécdota curiosa

Hoy, leyendo un hilo titulado cosas divertidas que nos han pasado con personas videntes en un foro, me acordé de una anécdota muy curiosa que me pasó cuando era pequeño y que merece la pena contar, no sólo por mostrar lo perversos que pueden ser los niños, sino porque creo que enseña algo interesante sobre los atajos que usamos los humanos al pensar.

Esto me pasó cuando estudiaba, si mal no recuerdo, 4º o 5º de EGB (Educación General Básica, es decir, estudios primarios, para los que no conozcan el sistema español de la época). Había un concierto de violín en el Auditorio de Galicia pensado para niños, y el colegio nos llevó a verlo. Lógicamente allí coincidimos con alumnos de otros colegios que venían a lo mismo.

Nos sentamos en las butacas, y a nosotros nos tocó justo detrás de alumnos de otro colegio, que por lo tanto no me conocían de nada. A los efectos de esta historia conviene aclarar que mis ojos no tienen un aspecto nada normal, y cuando era pequeño (y cuando alguien me convence) llevo gafas de sol para taparlos.

Un amigo que se sentaba a mi lado, y que siempre tuvo mucho don de gentes, tiene entonces la maravillosa idea:

-David, ?por qué no les decimos a esas niñas que tienes SIDA?

-Tú estás mal. ?Por qué les vamos a decir eso? Además -añadí-, ¿por qué nos iban a creer?

-Por gastarles una bomra -me contestó. Les decimos que tienes SIDA y que eres ciego, y cuando nos digan que no es verdad, les enseñas los ojos.

Dicho y hecho. Mi amigo llamó a las niñas y les susurró: este tiene SIDA. Y ellas reaccionaro como esperábamos: venga ya, dijeron.

-En serio -dijo mi amigo-, tiene SIDA y es ciego.

-Tú te crees que somos tontas.

Entonces me subí las gafas y les enseñé los ojos. No se que cara pondrían, pero la forma en que cogieron aire de sorpresa fue de lo más entretenido. Claro, yo intentando quedarme serio para no estropear la broma.

Poco después empezó el concierto, que estuvo muy bien. Ya casi se me había olvidado la historia cuando llegó la hora de irse, y podía escuchar los susuros de las niñas diciendo “ese niño tiene SIDA”.

En conclusión, además de pedir perdón por la broma, eso sí, un poco tarde, y por bromear sobre el SIDA (era un niño y no sabía lo que hacía), lo que se me quedó grabado fue la forma en que se puede convencer a alguien con una información completamente irrelevante. Una vez que pusieron el tema de la ceguera y del SIDA en el mismo saco, demostrar la una fue suficiente para que se creyeran el otro. No se si hay algún nombre técnico para este sesgo cognitivo, pero me sorprendió muchísimo, y desde entonces presto atención para ver si alguien está usando el mismo truco.

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